martes, 9 de agosto de 2011

Complicado.


Las cosas se vuelven complicadas cuando ni tú mismo, eres capaz de dar la lucha por algo.

Por alguien, en realidad.

O sea, das la lucha de forma inconsciente. Muy pocos saben lo que realmente estás pensando, pero jamás llegan a conocerte. Siempre hay una verdad que permanece oculta dentro de ti. Las dudas nunca salen a flote como debiesen de salir.

A uno le encanta sentirse miserable. Le gusta el masoquismo. El sufrir por no poder estar con esa persona, pero sufrir más estando siempre con aquella, a pesar de que no valore tu compañía.
Eso es lo que me pasa hoy en día.

En el verano me di cuenta que me estaba enamorando de alguien. Desde siempre supe que no podría fijarme en él, pero bastó aquella precaución para que mi corazón se empeñara en hacerme sufrir todos los días desde aquel descubrimiento.

Aquella persona no es mala, al contrario. Es encantadora a su forma, preocupada a su forma, amorosa a su forma. Todo a su forma…

Una forma que no congenia con la mía, por supuesto.

Su sonrisa me daña. Ya no le puedo observar a la cara. Me siento mentirosa conmigo misma y con él. Él siempre me pregunta que qué me sucede. Yo le digo que nada, mas mis ojos se empeñan en mostrar pena alguna; algo que le haga darse cuenta que sufro y conozco la felicidad cuando estoy cerca de él.

Además de complicado, es patético. Me rebajo, no me valoro, no me quiero por su culpa. Esto no es amor. Es dolor en carne expuesta al depredador. Es denigrarse un poco más, cada día, con su silencio, con su saludo impersonal, con su no acompañamiento.

No quiero amarlo.

Nunca he querido, porque siempre supe que sería complicado.

Doloroso también.

Su silencio me agrada y me aterra. Le espío sigilosamente, pero llega el momento en donde recrimino mi actuar, y lo único que hago es lastimarme.

Me encantaría no haberle conocido nunca. No haberle hablado nunca, no haberle contado mi vida, no haberle escuchado también.

Sí… todo es realmente complicado.

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