Creo que ya no duele... o quizás me acostumbré a sentir lo mismo, una y otra vez. El cerebro se acondicionó y el corazón se dedicó solamente a latir. Estamos por muy debajo de la tierra, tratando de encontrarnos.
Y resulta interesante creer que tenemos esta conexión. Este mismo latir, a unas cuantas millas, bajo el mismo cielo alboreado. Cada día te pienso más, no sé si me hago más daño o me hago más fuerte para enfrentar un nuevo mañana. Uno que no debe ser compartido a tu lado, pero que, dada a mis bajas defensas, necesita aunque sea de tu propia imagen viviendo en mi cabeza.
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